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domingo, 31 de mayo de 2020

Jesuitas, iglesias, telares e invasores…y Ney llegó a Pontevedra!


El 3 de abril de 1767, según nos relata Claudio González Zúñiga, los edificios de la Compañía de Jesús de nuestra ciudad: iglesia, colegio y huerta (templo de San Bartolomé,  edificio Sarmiento y Sexto Edificio del Museo); aparecieron cercados por las tropas del coronel Magona.

Se ejecutaba así la orden real de expulsión de la Compañía de Jesús de 27 de febrero de 1767, firmada por Carlos III. Después de notificarles la orden y proceder al embargo de todos sus bienes, se les obligó a abandonar sus dependencias y salir de la provincia escoltados hasta Ferrol, donde embarcaron en el navío San Juan Nepomuceno.


 Tras su expulsión el colegio quedó deshabitado, hasta que en el año 1793 se estableció en él una fábrica de tejidos de algodón y pana, dirigida por los hermanos ingleses Benjamín y Juan Lees Holden, oriundos del condado de Lancas­ter, quienes se asentaron aquí, arrendaron parte del ex-convento de los jesuitas e instalaron su fábrica de "emborrar, cardar, hilar y tejer lana y algodón".

La fábrica funcionó a buen ritmo, y poco antes de la invasión francesa contaba con unos cien telares y unos trescientos empleados. La producción anual se aproximaba a las diez mil varas de paño, cantidad similar a las que venían de Inglaterra, por lo que el monarca hispano consideró que para diferenciarlas se las marcase con las armas reales

Los salarios eran excelentes para la época y fue un verdadero impulso para la maltrecha economía de la villa en ese momento. Esta época de bonanza inició su declive con la invasión francesa, la confiscación de géneros por ambos bandos, la caída del consumo y la falta de materiales mermó la producción

 Durante la invasión francesa, en 1809, el mariscal Ney llegó a Ponteve­dra con ánimo decidido a entregarla a la voracidad de las llamas, pero cuando se presentó en el Burgo, al frente de sus aguerridas tropas, antes de cruzar el puente, tendió la vista y se quedó tan prendado de la belleza de la villa, que depuso su enojo y desistió de tal acción, no queriendo aparecer en las pá­ginas de la historia como quien la hubiese arrasado a sangre y fuego. 


Asimismo, también se le atribuye la siguiente frase, que es como un juicio formado de Pontevedra y de sus habitantes: "En Pontevedra el cielo y el suelo son hermosísimos; el entresuelo, malo…". 

Ney se alojó con todo su estado mayor en el ex-colegio de los jesuitas, recibido y agasajado, tal vez por temor, por los hermanos Lees, quienes se habían quedado cuidando de su fábrica.

Nos cuenta la crónica de la época que: "Los franceses montan su cuartel General en la casa de Francisco Genaro Ángel, situada en los soportales de la plaza de Teucro; el escuadrón de caballería y parte de la infantería en el convento de San Francisco y el resto de la infantería en el de Santo Domingo". También nos narra como en la Plaza de Teucro fueron ajusticiados tres o cuatro infelices para dar ejemplo.


El 14 de mayo de 1842 comenzaban las obras de demolición de la antigua iglesia de San Bartolomé, anteriormente, las autoridades competentes deciden trasladar, el 15 de enero de 1836, la sede parroquial al templo de los jesuitas.

De esta forma, la parroquia de San Bartolomé, continuará en su nueva ubicación que se mantiene hasta nuestros días.

Por cierto, respecto a Michael Ney, considerado "el más bravo entre los bravos", hay quien sostiene, y se aportan pruebas de ello, que no murió fusilado el 7 de diciembre de 1815 en París, que su fusilamiento se trató de una pantomima.

Se trazó un plan para salvarlo y sacarlo de Francia, contando con la aprobación de su antiguo enemigo el duque de Wellington, hermanados en la masonería

Pero…esa, como diría Kipling, es otra historia.


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